En el jardín de la entrada al museo, nos sorprende la planta que se ha convertido en protagonista en los últimos meses: el Agave. Existen varias especies, pero todas ellas se caracterizan por sus hojas gruesas, afiladas y espinosas, y que tras muchos años, al florecer, se vuelven espectaculares.

La mayoría de los Agaves solo florecen una vez en la vida: durante varios años (a veces entre 10 y 30 años) crecen, acumulan energía y, cuando están listos, les crece un gigantesco cuerno de flores, como se puede ver en la foto. Este proceso se llama monocarpismo: después de florecer, la planta principal muere, pero a menudo salen nuevos brotes del costado, reiniciando el ciclo de vida.

Esta planta, procedente de América, es utilizada en México, por ejemplo, para hacer la bebida llamada pulque, y algunas variedades de agave (Agave tequilana) también se utilizan para hacer tequila. Por otro lado, sus fibras (por ejemplo, el sisal) se han empleado en la artesanía y en la cordelería.

Hoy en día, su presencia en la entrada de nuestro museo muestra lo sorprendente que es la naturaleza y nos habla de la fuerza de la paciencia: creciendo durante largos años, esperando y por último, ofreciendo hermosas flores.

En la siguiente visita, haz una parada frente al Agave: está viviendo un momento especial, y pocas veces se puede ver una floración así.