Saliendo del puente de Ozaeta, se toma una desviación a la derecha. Ladeando el monte, entre pinares y una vegetación exuberante, se llega al barrio de Aritzeta, coronado por el monte San Miguel. Monte que ha tenido siempre en Bergara una importancia notable. En un documento de comienzos del S. XIX se le describe "como una eminencia piramidal que domina a la población, distante no más de un tiro de bala".

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En él existe "desde tiempos remotos" una ermita consagrada a la Ascensión del Señor y al Arcángel San Miguel. En el año 1050, un Don Sancho hizo donación al cenobio aragonés de San Juan de la Peña de unas tierras que poseía en el Monasterio de San Miguel de Aritzeta, radicante en Bergara. Esta es la primera noticia documentada que conocemos en relación con la existencia de esta ermita a la cual estaban adscritas una casilla de Señoras que cuidaban de ella y heredades que fueron vendidas después como consecuencia de las leyes desamortizadoras.

La ermita está en la cima del monte, junto al caserío Aritzeta, que da nombre al barrio. Antiguamente se llamaba monasterio, que equivalía a una ermita con funciones de parroquia rural, no como convento de religiosos según se concibe hoy día; más bien era una patronato laico.

Una ermita con mucha historia

Ha sido restaurada en varias ocasiones. De la estructura primitiva sólo queda el ábside con la bóveda de crucería, el resto es posterior. Es un templo rural austero, de planta de Cruz Latina. El crucero y los tramos laterales están cubiertos con bóveda de arista. Posee un espacio porticado al pie del templo. Parece ser, que antiguamente formaba parte del coro. En el ábside está la imagen de San Miguel y un pequeño retablo con la figura de la Ascensión de Nuestro Señor y un medallón del Santo.

Hubo una época en que acudían fieles a la ermita para pedir la curación del mal "Errosene" o costra de la cabeza que solían tener los niños de pecho.

Se dice, aunque no se sabe de una manera cierta pues afirmaciones de este tipo se hallan hoy desacreditadas, que los Caballeros Templarios utilizaron esta iglesia para la celebración de los actos propios de la Orden. Pero lo que sí es verdad es que la ermita de San Miguel ha pasado por trágicas vicisitudes, tales como:

  • Devastaciones en tiempos de guerra.
  • Destrucciones por la acción de los rayos.
  • Abandonos y profanaciones que la convertían repetidas veces en lugar casi ruinoso.

Circunstancias más que suficientes para no haber dejado ni rastro de ella; y, sin embargo, a pesar de todo, ha llegado hasta nuestros días en forma que podríamos calificar de viva y rozagante.

La campana de San Miguel, en nuestra niñez, nos hacía correr hacia nuestras casas para preservarnos de las tormentas que anunciaba con su tañido y que provocaba, invariablemente, unos "conjuros" que solían hacerse en forma sucesiva en los pórticos de las parroquias de San Pedro y Santa Marina.

Las campanas como medio de comunicación, han venido utilizándose hasta fechas bastante recientes pues, por ejemplo, en el año 1916, concretamente el 24 de julio, el Ayuntamiento de Bergara acordó servirse de ellas para anunciar y divulgar a los labradores los pronósticos de tiempo hechos diariamente, por el observatorio de Igueldo (en San Sebastián), y comunicados, en primer lugar a la Central Telefónica provincial.

Si se tiene en cuenta que Bergara posee una muy extensa población rural, no es difícil llegar a la conclusión de que esta información meteorológica tuvo que hacerse con medios muy sencillos pero, al mismo tiempo, muy complicados por las dificultades de enlace y conexión de los diversos elementos puestos en marcha.

El caserío Sagastizabal: Es una casa blasonada, de planta rectangular y tejado a dos aguas. Los muros de las dos alturas son de mampostería cubiertos de argamasa. En la fachada principal se abren dos arcos contiguos de medio punto, que sirven de acceso al zaguán. En el centro de los dos arcos está el escudo de armas de la familia.

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